Para finalizar el trimestre he realizado a mis alumnos una
prueba o examen cooperativo, es decir, han respondido a las preguntas
consensuando entre los 3 o 4 miembros del grupo la respuesta que iban a
escribir, o la manera en la que iban a realizar el ejercicio, antes de
hacerlo.
Es una manera de evaluar que ya utilicé el curso pasado y que
me parece muy positiva, pero que en principio no resulta atractiva para
todos los alumnos y de la que creo que no es bueno abusar. Si todos los
exámenes del curso se hiciesen de forma cooperativa, corremos el riesgo de que
algunos alumnos reduzcan en exceso su preparación previa ante la confianza en
el trabajo del resto del grupo, o que otros se cansen de ser siempre los que
tiran del carro y no quieran esforzarse al máximo. De ahí la razón de que solo
realice este tipo de pruebas una vez por trimestre.
Ante todo,
resulta imprescindible que se haya trabajado de forma cooperativa antes en
el trimestre, haciendo actividades de clase y aprovechando esos momentos para enseñarles
a
compartir ideas, respetar opiniones, debatir resultados, pedir ayuda a los
compañeros o tomar decisiones, para que aprecien el beneficio del trabajo cooperativo. En estas
actividades de aula es en las que tenemos que observar su método de trabajo y
enseñarles a poner en común sus ideas, debatirlas y actuar posteriormente, de
forma coordinada y reflexiva. La tendencia inicial si no han trabajado antes
en cooperativo, es a resolver cada uno por su lado un ejercicio, y después
comparar el resultado. Generalmente cada uno cree que el suyo está bien y
ninguno quiere revisar sus cálculos. De ahí que el trabajo previo en
cooperativo resulta necesario para mejorar el proceso y el resultado de las
pruebas.
Es muy importante la labor pedagógica previa y posiblemente
también posterior al examen
respecto a la figura del beneficiado y el perjudicado en este tipo de
pruebas. Aunque realicemos la prueba cooperativa con alumnos de 1º ESO, casi
niños aún, el perfil competitivo está muy arraigado en ellos, y más todavía en
los exámenes, de modo que su idea de partida, va a ser que unos alumnos se
beneficiarán de lo que saben algunos del grupo y estos últimos, se verán
perjudicados porque tendrán hacer los ejercicios y además explicar al resto
los mismos.
Aquí es cuando es muy importante explicarles que
solo hay beneficiados, unos directamente, porque el resultado
cuantitativo de su calificación es mayor que si hubiesen hecho la prueba
solos, además de aprender durante la prueba, y otros indirectamente o a medio
y largo plazo porque es innegable que el debatir, acordar y explicar son
procesos de aprendizaje de orden superior al hecho de exponer de forma
individual unos conocimientos previos. Sin tener en cuenta que casi nunca un
alumno o alumna posee todos los conocimientos y al plasmarlos en un papel,
negro sobre blanco, puede también recibir ayuda del resto de compañeros del
grupo.
Otro aspecto importante es el de la creación de los grupos. Este tipo
de actividades deben hacerse una vez que conocemos el perfil tanto personal
como académico del grupo de alumnos que tenemos,
tratando de realizar grupos equilibrados en todos los aspectos. Tan
importante es que en cada grupo haya alguien que pueda marcar la pauta en lo
académico como que no juntemos en un mismo grupo dos personalidades
incompatibles que arruinen el trabajo del equipo.
Este año he introducido un pequeño cambio en la actividad, añadiendo al
final dos preguntas que cada alumno debe realizar de forma individual.
De esta manera creo que cada alumno tiene la oportunidad de marcar su pequeña
diferencia o de mostrar al profesor que el también ha trabajado, se ha
preparado y puede resolver problemas por sí mismo.
Hay mucho y muy buen material publicado respecto a esta manera de
evaluar, como los artículos escritos en sus blogs por mis queridos compañeros
de Math-Team,
Juan Francisco Hernández,
Isabel García
o
Alejandro Gallardo, que nos sirven de ayuda para llevarlo a nuestro aula y darle después
nuestro sello personal.
En mi caso, yo les entrego a cada grupo
los ejercicios repartidos en tres o cuatro hojas
y hasta que no acaban una, no les doy la siguiente. De esta forma se centran
en resolver las actividades, una o dos, de esa hoja, en lugar de repartirse el
trabajo con la idea avanzar más deprisa en la resolución del examen. Si el
grupo se encuentra con todos los ejercicios al tiempo suelen intentar resolver
cada uno de ellos un ejercicio para ganar tiempo, pero entonces no conseguimos
nuestro objetivo de trabajo cooperativo.
Debemos tener en cuenta que actuando de esta manera,
el tiempo que necesitan para resolver los ejercicios o problemas es
mayor
que el que utilizan de forma individual. Cuando el trabajo es individual,
nadie les dice si lo que han hecho está bien o mal y no tienen que debatir,
convencer ni explicar, pasando al siguiente ejercicio, por lo que avanzan más
deprisa.
El tema del tiempo es importante, y creo que debemos ser flexibles en
este aspecto, atendiendo a la diversidad una vez más, y dando a cada grupo el
tiempo que necesiten dentro de unos márgenes. Posiblemente debamos de
planificar la posibilidad de dedicar más de una sesión de 50 minutos a este
tipo de pruebas para no perjudicar el trabajo de alguno de los grupos por
culpa de las prisas de última hora.
Si los equipos trabajan sin la presión excesiva del tiempo, su resultado
final será mucho mejor y su experiencia personal de la actividad, más
positiva.
Para asignar una calificación a cada alumno, después de acabar cada
hoja, hago un sorteo y recojo solamente la de un miembro del grupo,
asignando la calificación de los ejercicios de esa hoja a todos los miembros
del grupo. Pero no recojo todas las hojas al mismo alumno, sino que
me llevo al menos una hoja de cada miembro, para que durante la prueba
todos se esfuercen en hacerlo lo mejor posible, sabiendo que parte de su
trabajo va a servir para valorar el trabajo del equipo.
De la primera experiencia de este tipo en este curso
me llevo dos momentos, además de la satisfacción que supone ver como
trabajan codo con codo en busca de un resultado común, y son dos momentos que
se han vivido durante las pruebas.
El primero es oir a una alumna decirle a un compañero sin darse cuenta
que yo desde otro punto de la clase la estaba oyendo: "Pero lo importante es que entiendas como hay que hacerlo, no que copies la
solución del ejercicio. Mira, te explico cómo se hace..." Solo por este momento ya había merecido la pena la actividad.
El segundo es el
sonido ambiente que se escuchaba durante la prueba. Era emocionante oir
como se mezclaban varias conversaciones en tono medio sobre la manera en la
que debían resolver un ejercicio, o de los resultados que iban saliendo
durante la resolución. El ambiente de concentración absoluta me dejó muy
satisfecho porque sentía que en aquel momento estaban aprendiendo.
Tanto me estaba gustando que grabé un audio que os dejo a
continuación. Podríamos decir que "así suena el aprendizaje cooperativo":
Como habéis podido comprobar, se escucha una mezcla de conversaciones
en un tono moderado y cordial. Me dejó sorprendido y algo emocionado el
ambiente de concentración y generosidad que se vivió durante toda la prueba.
Sin duda repetiré en la segunda evaluación esta forma de evaluar, y os animo
a llevar a cabo algo parecido en vuestras clases.
Espero que poco a poco vayamos cambiando la evaluación. Creo que es
una puerta al cambio general de la educación que muchos deseamos por el bien
de nuestros jóvenes.
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